Pos na’ chiquilloh y chiquillah, que entre mástro Ugenio y Mamerto el de Fefa, no me dejan sentarme alante delordenadó pa’ terminá de relatajleh er cuento, pero hoy ya sí que por fin leh echo er finá,que lo dejamo prinsipiando la otra veh.
«…El lobo, rascado y de mala tiempla, se acercó al barranco a refrescarse el totiso y el gaznate por no tener cerca un cafetín para echarse un fisco ron, y allí, sentado sobre una piedra, pegó la hebra consigo mismo mientras se comía las uñas hasta las raspas y con el pensamiento trataba a Caperucita de risquera, echona, cocorioco, erizo cachero, trasmallo rabo de perenquén y no sé cuántos adjetivos a cual más peyorativo.
Caía un chipi-chipi y el lobo emborregado, agoniado y con la matraquilla de querer comérsela, corrió desesperado a casa de la abuelita a donde llegó todo entripado y renqueando de tanto correr.Como era un poco tabaiba, aunque farol y malo como un aguaviva, estornudó cerca de la ventana, con lo cual al oírlo, abuela y nieta, que le escarmenaba el pelo a aquella, cogieron sendos toniques para darle un macanazo y acabar con el guineo ya que no podían verlo ni en pintura y que así se fuera escaldado de una vez por todas.Los toniques salieron como voladores rabúos por la ventana yendo a caer con geito sobre el zarandajo del lobo que, escarranchado en el suelo, se comía una embozada de fresas para matar el hambre.
Como un sanaca, enchapado de vergüenza y doblado como una alcayata salió de allí con pronta retirada, mientras Caperucita y su abuelita,(quien se había olvidado que estaba con la quilla en el marisco y ya para la gueldera) se comieron un cucurucho de mantecado y roscas de azúcar mientras llenaban la habitación de sopladeras de colores con belingo.»
Té en!